Irrespetuosos al volante!

Por qué le cedemos el paso a quien intenta cruzar la calle en una silla de ruedas? Es casi ridículo considerar siquiera que un conductor se moleste y reclame porque una persona impedida de sus piernas lo demore unos segundos con su cruce. Es porque consideramos con ello que estamos mitigando aunque sea mínimamente un poco del sufrimiento que suponemos debe experimentar constantemente por su condición? O es porque nos vemos obligados por nuestra moral, o lo que es distinto por nuestro propio ego que nos somete a auto considerarnos como personas generosas, solidarias, altruistas? Es verdadero amor por nuestros semejantes, educación para con nuestros vecinos, adaptación activa a una comunidad lo que nos impulsa a conductas contemplativas y generosas con los demás? Desde ese punto de vista entonces, constituye igualmente legitimidad el hecho de que quien trate de cruzar la calle sea un anciano, pero sin embargo muchas veces podemos observar cómo las personas mayores tienen que permanecer paradas pacientemente a un margen de la vereda, esperando que pasen todos los autos cercanos hasta sentirse seguros para emprender el lento cruce. No son merecedores de nuestra consideración? Por qué algunos sí y a otros no?


Entonces se evidencia de ésta forma una suerte de “escala” de la cesión del paso, a la cual algunas personas, según su condición son beneficiarias y otras no lo son. Ingresando en la lista los incapacitados o disminuidos, los ancianos, las embarazadas, las mujeres con niños, los escolares, y por último y absolutamente invisibilizados los adolescentes, los hombres y las mujeres solos.

Pero en algunos casos extremos de inadaptación civil, la lista se amplía a “todo lo que no soy yo”, constituyendo así la postergación del paso a cualquier ser vivo que intente cruzar, sea caminando, en bicicleta, moto o auto o cualquier medio de dimensiones menores al mío; y en donde no existe prioridad de paso, respeto por los demás ni educación vial (ni de ningún tipo). Es decir que el sólo hecho de conducir un automóvil me convierte en propietario del tiempo y el espacio de los demás; y mi deseo de cruzar constituye la única condición necesaria para considerarme e imponerme como poseedor absoluto del derecho al paso.

Un adolescente que se dirige a la escuela no merece respeto? No tiene mérito el que esté recorriendo el camino hacia una institución educativa?

Una mujer apurada dirigiéndose a su trabajo, con el tiempo justo porque pasó a dejar a sus hijos con su hermana para poder ganarse el mango necesario no merece nuestra consideración?

Pero todos estos casos no son considerados porque cuando vemos una persona no sabemos de sus circunstancias personales, sus necesidades, ni por lo que está atravesando en ese momento; aunque es indudable que cada uno de nosotros carga con su bagaje de problemas, inconvenientes y asuntos que resolver.

Entonces, no deberíamos partir de la idea de que todos merecen nuestro respeto, nuestra educación, nuestra consideración? Porque aquella persona a la que no hemos dejado pasar, sin dudas tiene sus propios rollos, incluso tal vez más complicados que los nuestros, con los que batalla diariamente y quizá en los que esté pensando en ese preciso momento. Y tal vez con un buen gesto, una buena acción provocamos un bienestar en el otro, y alegramos el momento sino el día de otra persona, y de otra... 

Qué lindo sería ser educado, no?

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