Armar Quilombo

Según Pichón "Armar quilombo es crear condiciones de posibilidad para que lo silenciado tenga palabra".

Si la tensión siniestro-maravilloso atraviesa toda la obra de Pichon Rivière, otra tensión no menos importante atraviesa el conjunto de su producción. Es la tensión conocimiento-misterio. Necesitaba adentrarse en los dominios de la locura para comprender, aprehender sus procesos y poder así operar sobre la gravedad del padecimiento mental; pero tenía la certidumbre que solo respetando sus misterios insondables algún intersticio se abriría. Lo mismo con los grupos, las familias, las instituciones. Dispositivos grupales, abordajes familiares, intervenciones institucionales que hicieran posible, crearan condiciones de posibilidad para que la palabra circule. Palabra resguardada en sus eventuales y necesarios silencios. Intervenciones interpretantes que permitieran instituir algún sentido. Sólo alguno. A veces. Nunca un pleno de sentido que agote la potencia de lo inefable en pseudo claridades comprensivas, y deje a las palabras sin valor.

Respeto por los misterios, irreverencia frente a la ignorancia. Pichon pensaba que cuando en un grupo familiar se alojaba una enfermedad mental, esto sucedía porque el resto de la familia había robado la salud al que se presentaba como el enfermo. Por lo tanto, eran necesarios abordajes de grupo familiar para “barajar y dar de nuevo”. Solía decir al abrir la puerta, cuando citaba a una familia a su consultorio “Que pase el que pueda”. (…)

Pichon más que el inventor de los grupos operativos fue -al decir de J. C. De Brassi- un desviante institucional. ¿A qué vamos a las instituciones? Pichon decía: “A armar quilombo”. Es decir, a crear condiciones de posibilidad para que lo silenciado tenga palabra. Pero sólo eso; crear condiciones y no poner nuestra palabra. Sólo así los grupos, las instituciones, los colectivos escribirán sus propias historias. No vamos a las instituciones a llevar verdades que sus actores no han descubierto, sino a crear condiciones para que los colectivos encuentren sus deseos de transformación; algunos no los encontrarán. Otros no los querrán. Ser “agente de cambio”, como decía Pichon, no es instituirse en vanguardia; es tener la certidumbre de que, a veces, un dispositivo de escucha puede hacer posible que ese colectivo reformule sus agenciamientos de deseo y -de lo siniestro a lo maravilloso- encuentre nuevos modos de articular sus deseos y sus historias, es decir invente sus políticas.
Ana María Fernández
(Fragmento del seminario dictado en la Universidad Popular Madres de la Plaza en febrero de 2000)

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