Vida Cotidiana - Quiroga

"Las Ciencias Sociales aportan de manera permanente conocimientos para tender a una mejor comprensión de los hechos y procesos sociales. Con ese propósito, compartimos un trabajo de una autora argentina que nos caracteriza lo cotidiano, planteando el riesgo de no tener presentes el análisis y la reflexión sobre las situaciones que forman parte del acontecer diario. Desde estas páginas adherimos a las ideas expresadas y planteamos la importancia de sostener esta propuesta, que permitiría dar cabida a expresiones que favorezcan que permitan ubicar el análisis de la realidad en un tiempo y un espacio histórico determinado, indagando sobre causas, consecuencias e interrelaciones, en un marco que de sentido y articulación al estudio de esa realidad."
Lic. Eduardo Gaudiano


Lo cotidiano y el derecho al tiempo para reflexionar y valorar lo que hacemos y nos pasa. En una primera aproximación podríamos definir la cotidianidad como el espacio y el tiempo en que se manifiestan, en forma inmediata, las relaciones que los hombres establecen entre sí y con la naturaleza en función de sus necesidades, configurándose así lo que hemos denominado “sus condiciones concretas de existencia”.

Cotidianidad es la manifestación inmediata, en un tiempo, en un ritmo, en un espacio de las relaciones complejas sociales que regulan la vida de los hombres en una época histórica determinada. A cada época histórica y a cada organización social le corresponde un tipo de vida cotidiana, ya que en cada época histórica y en cada organización social se da distinto tipo de relaciones con la naturaleza y los hombres.

Podemos caracterizar también la cotidianidad como el modo de organización material y social de la experiencia humana, en un contexto histórico-social determinado. A la cotidianidad subyace entonces el tipo de relación que los hombres guardan con sus necesidades. Se desarrolla a partir de las modalidades de reconocimiento de éstas, su encodificación, las formas de satisfacerlas, las metas socialmente disponibles para esas necesidades.

La vida cotidiana se manifiesta como un conjunto multitudinario de hechos, de actos, de objetos, relaciones y actividades que se nos presentan en forma “dramática”, es decir como acción, como mundo-en-movimiento. Son hechos múltiples y heterogéneos, de difícil clasificación, en los que toma cuerpo y se patentiza en forma fragmentaria e inmediata la organización social de la relación entre las necesidades y metas. Constituyen la cotidianidad la familia en que nacimos, la que constituimos, la revista que leemos, la televisión, el cine, el teatro, la cocina, las alternativas de la moda, los medios de transporte, el trabajo, el deporte, el sexo, el tipo de consumo, nuestra economía, la música que escuchamos, etc.

Vida cotidiana es la forma de desenvolvimiento que adquiere día tras día nuestra historia individual. Implica reiteración de acciones vitales, en una distribución diaria del tiempo. Por eso sostenemos cotidianidad es espacio, tiempo y ritmo. Se organiza alrededor de la experiencia, de la acción, del aquí de mi cuerpo y el ahora de mi presente. La vida cotidiana nos muestra un mundo subjetivo, que yo experimento. Pero a la vez ese mundo es intersubjetivo, social, compartido. Para cada uno de nosotros “mi mundo” es un mundo que vivo con otros.

Hemos señalado que la vida cotidiana es predominantemente experiencia en acción. Cabe indicar que en esa particular organización temporo-espacial el modo de vivir se transforma en un mecanismo irreflexivo, no consciente, de acción. En tanto se instala en la cotidianidad ese mecanismo irreflexivo, en tanto la acción no se concientiza, los hechos no son intuidos en su originalidad, no son examinados.

Los hechos se aceptan como parte de un todo conocido, podemos preguntarnos de dónde surge esta valoración de lo cotidiano como lo autoevidente e incuestionable. Dicha interpretación tiene su origen y fundamento en un sistema social de representaciones o ideología que encubre lo cotidiano, lo distorsiona, en tanto lo muestra como “la realidad”, la única forma de vida posible.
La ideología dominante mistifica lo cotidiano en tanto oculta, desde los intereses de los sectores hegemónicos en la sociedad la esencia de la vida cotidiana, su carácter de manifestación concreta de las relaciones sociales, de la organización social de las relaciones entre necesidades de los hombres y metas disponibles, formas de satisfacción.

Este encubrimiento y distorsión se da a través de un mecanismo peculiar, característico de la ideología dominante, por el que se “naturaliza” lo social, se universaliza lo particular y se atemporaliza lo que es histórico. La vida cotidiana constituye, desde este proceso mistificador, un orden natural, universal, eterno e inmodificable.

Desde esa representación de la cotidianidad, nos movemos en ella con una familiaridad acrítica, con una ilusión de conocimiento que sólo es desconocimiento. Lo supuestamente obvio puede ser lo más desconocido. La familiaridad, el pseudoconocimiento vela los hechos, los sustrae a la problematización y desde allí el conocimiento objetivo, científico. Desde la familiaridad acrítica, desde el no interrogarse, por ejemplo, por el fútbol, la prensa, el consumo, el sexo, la apariencia se identifica con lo real y lo esencial suele quedar oculto. A partir del mito de “lo natural”, y “lo eterno”, “la realidad por excelencia”, “lo que simplemente es”, la realidad de lo cotidiano ha desaparecido de la representación.

Por eso afirmamos que la realidad social se muestra y se oculta a la vez en la vida cotidiana. Se muestra en los hechos y se oculta en la representación social de los hechos. Entendemos, con Roland Barthes, que el mito es un mensaje que evacúa lo real. Nuestra vida cotidiana está recorrida y legitimada por diversos mitos. Uno de ellos es el de una cotidianidad uniforme, homogénea.

Mito que se expresa en frases como “los argentinos somos así, los argentinos tenemos tal o cual modo de ser”. Los argentinos nos encontramos en una identidad nacional, tenemos un sentimiento de patria, pero, en esa identidad nacional hay una gran diversidad. El mito oculta que en una organización social como la nuestra hay una gran heterogeneidad de experiencias, de recursos, de condiciones de vida, de hábitat, en consecuencia una heterogeneidad de cotidianidades.

En la medida en que la realidad social e histórica se muestra y se oculta a la vez en lo cotidiano, que un sistema social de representaciones “da cuenta” de la vida cotidiana justificándola, mostrándola, a la vez como lo banal, lo autoevidente, lo natural, lo real por excelencia, la vida cotidiana reclama una crítica, es decir una indagación que arribe al conocimiento objetivo de las leyes que rigen su desarrollo.

Esta crítica, en tanto actitud científica, analítica, es lo opuesto a conciencia ingenua. Implicará una interpelación a los hechos, su problematización. Una consecuencia de la crítica es la desmitificación, la superación de ilusiones o ficciones en relación a los hechos. La crítica es un interrogar a los fenómenos y las relaciones, en la búsqueda de sus leyes internas, de su esencia.
Ese interrogar descorre el velo de la familiaridad y supera el pseudo conocimiento. Introduce una distancia adecuada entre el hecho y el sujeto, que se transforma así en sujeto cognoscente. Incluye la conciencia y la reflexión allí donde había mecanismos de acción irreflexiva y representación acrítica.

Cómo realizar esta crítica de la cotidianidad? En primer lugar experimentándola, viviéndola, ya que la práctica se constituye como primer momento de todo proceso de conocimiento. En segundo término estableciendo una ruptura con la familiaridad acrítica, con el mito de lo obvio y lo natural, con el sistema de representaciones que la muestra como lo real y autoevidente.

Desde la perspectiva específica de la Psicología Social la crítica de la vida cotidiana implicará el estudio de las leyes que rigen, en cada formación social concreta, la emergencia y encodificación de las necesidades de los hombres, la organización y las modalidades de respuesta social y vincular a esas necesidades en cada estructura interaccional. Los grupos, las instituciones, todas ellas determinadas desde el plano fundante de las relaciones sociales. En síntesis la Psicología Social indagará las leyes que rigen la configuración del sujeto a partir del interjuego de las necesidades y satisfacción, ya que es en esta dialéctica entre necesidad y satisfacción, entre sujeto y contexto que tiene su anclaje toda representación, toda significación social, toda ideología.

En ese interjuego se organiza el sistema perceptivo, el universo de conocimiento, dándose en él la posibilidad y las formas de acceso a ese orden de significación que el orden histórico social, orden simbólico, específicamente humano. Si bien la familiaridad acrítica y el mito han acompañado históricamente a la cotidianidad, debemos señalar que los hombres han intentado indagar, desde distintas modalidades del conocimiento, en la “profundidad sin misterio de la vida cotidiana”. Esto ha sido realizado desde la ciencia, el arte y la política. No toda ciencia, todo arte o toda práctica política, sino aquella que emergiendo en los momentos de crisis, que implican una quiebra de lo cotidiano, se proponen desocultar lo oculto, penetrar en la apariencia para alcanzar la esencia de los hechos.

Ana P. de Quiroga, Enfoque y perspectivas en Psicología Social, “Psicología Social y Critica de la Vida Cotidiana”, pág. 70-75, Ediciones Cinco. Mayo 1986

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